Y así se va transformando el entorno: la decoración de las casas, calles que se llenan de luces, colores, villancicos…un ambiente que invita al buen humor, las mejores intenciones, incluso los adultos nos solemos sumar con entusiasmo al espíritu navideño. Se suceden los encuentros familiares, amistosos o religiosos en la que sacamos tiempo para reunirnos, por fín.
Este es el acento en el que más podemos sumarles a los y las peques, crear un tiempo de calidad, si nos permitimos detenernos, ralentizar y más allá de las listas y entregas de regalos, quizás ser un poco niñxs, cantar, bailar, contar cuentos y hasta jugar (preferiblemente en modo avión). Es una oportunidad de instalarnos en su mundo, independientemente de nuestras creencias o estilos de crianza, siempre coherentes con lo que les queramos enseñar, podemos aprovechar esta época para reforzar nuestros vínculos.
Sin duda los niños pedirán regalos materiales, una experiencia que forma parte del ritual para soñar, desear con intensidad, ilusionarse, escribir esos deseos, tener que esperar, y sorprendernos por lo que recibimos, manejar la frustración de que lo que no pudo ser, y dar gracias. Sabemos ya de los efectos nada deseables de la entrega masiva de Papa Nöel y los Reyes Magos, regalos que se acumulan que pierden su valor al instante. Es un momento para reflexionar también los adultos, sobre la relación e importancia le otorgamos al apego con lo material, y si lo asociamos a lo afectivo. Cuidado con no querer compensar otras carencias.
No siempre nos atrevemos a mostrar sentimientos o creencias que vayan al encuentro de una imagen idílica, y la tendencia será a mantener la burbuja que durante unos días se llena de ilusión, y envuelva en la atmosfera de paz y de deseos. Sin embargo hay personas para las que es una época difícil, y ser comprensivos con ellas también es importante.
Actualmente son tiempos en los que en general la familia educa de manera más consciente, asumiendo la responsabilidad de lo que transmiten. Algunas, incómodas con lo tradicional, se cuestionan a propósito de si es correcto alimentar ciertas creencias populares y desean ser sinceros, ya que sienten que mienten a sus hijxs si les cuentan qué hay renos o camellos voladores. Así deciden no seguir con este mundo mágico y revelan que ellos se encargarán de traer los presentes, y todo lo que acompañe una nueva costumbre que se instale en esa familia.
Personalmente creo que poder ofrecerles y mantener la magia da sentido a su visión del mundo, que es diferente de la nuestra, puede responder también a una necesidad de creer en algo más poderoso y grande pudiendo aportar seguridad ante un mundo en realidad tan incierto. Un mundo imaginario dónde refugiarse de las cosas difíciles, dónde lo imposible se vuelve posible, con la ayuda de lo simbólico (metáforas, imágenes, fantasías, cuentos…) dónde pueden manejarlo mejor.
Por otro lado a veces se utilizan los regalos como medida educativa, para saber si se portaron bien o mal tendrán la respuesta en la entrega de sus majestades. Honestamente debemos revisar si preferimos preservar los buenos momentos juntos o que todo esté articulado por relaciones de causa y efecto.
Todas las historias que les transmitimos a nuestros hijos e hijas para explicar esta época serán válidas, siempre que los acompañemos en las preguntas que les surjan, así cómo poder estar en su proceso de descubrir la realidad, cómo en los cuentos cuando no sean más que una manera de transmitir valores.
En cualquier caso, desde estas reflexiones, en este tiempo para pensar o soñar, os deseo a todas y todos una muy feliz Navidad!
Catherine Antequera Klein
(Psicóloga, terapeuta formada en Terapia Gestalt)
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